UN MISTERIO VIVIENTE,

de Anif Larom

A María Bermúdez Zuheros, en su memoria.

 

Aquella noche del 24 de junio, noche de San Juan de 1996, me encontraba sentada a los pies del lecho con las manos de la anciana entre mis manos.Su cuerpoinmóvil, estaba tan pálido que se confundía con el blanco de las sábanas. Yo sentía como se le escapaba la vida. Sus casi cien años habían desgastado su carne, solo pellejos cubrían sus huesos deformes por la terrible artrosis que padecía desde hacía tiempo. Sus pequeños ojos, marcados por el horror del sufrimiento, me miraban casi perdidos, suplicantes…, entonces me habló:

-Le he quitado el poder a Dios, por eso no me deja morir.

-Pero ¿qué está diciendo?- exclame alarmada.

-Ssshhhh, calla y no te olvides, mi niña, de lo que voy a contarte esta noche, y llévalo siempre contigo.

 

Quizá te parezca extraño porque sé que hoy son otros tiempos y ya nadie cree en los misterios, pero yo tengo uno que referirte, y es precisamente esta noche en que se unen las fuerzas del cielo y de la tierra, tanto para hacer el bien como para hacer el mal, y sé que a ti te gustará oírlo -la curiosidad me punzaba dentro, acostumbrada ya,a saborear, morbosa, los apasionantes sucesos acaecidos en las entrañas de la aldea.

 

-Sabes niña mía, hace siglos, la iglesia me habríaquemado porbruja.-ante sus palabras me quedé atónita,sentí la presión de la inquietud totalmente enfebrecida, hurgándome en el pecho. –ante mi cara, estupefacta, siguió hablando con rotundidad.

“-Hace años luz, cuando yo era mocita (tan sólo dieciséis años), me fue confiado el secreto de las plantas, y un don ancestral: el poder de la sanación… Era un ritual que llevábamos a cabo entre dos mujeres llamadas María y un hombre llamado Juan. Yo era la madrina de esta ceremonia en la que muchos no creían ni confiaban una miaja.Y para alimento de las comidillas de la gente, el ceremonial, debía de ser en esa noche mágica del veinticuatro de junio (noche de brujas). Relatan que las adoradoras del diablo, pasada la medianochese reúnen con Satanás que se presenta en forma de macho cabrío.Se hacen bacanales, orgías, incestos y sacrificios de animales, y danzan desnudasalrededor de una hoguera, hasta que canta el gallo.

Hay quien dice que vuelan, untándose potingues en los sobacos, que atraen los espíritus, que hablan con los muertos. Que pueden curar o matar según les plazca. Llegando a dominar el mundo de los vivos.

Esta creencia forma parte de la sabiduría y la cultura campesina popular, desde que el mundo es mundo. Pero yo no hacía nada de eso, mi niña. Yo era curandera porque conocíael poder de cada yerba que recogía del monteen luna llena (desde siempre se sabe, el influjo de la luna en los seres vivos). Con los dictados de mi alma y mis ungüentos, auxiliaba maluras y arrechuchos de la gente que acudía a mí, exasperada y atormentada.

Y Fui elegida por llamarme María. A lo largo de mi tiempo, fueron muchas las veces en que la noche de San Juan, una pequeña comitiva formada por seis personas,amparadas por la claridad de la luna, caminábamos en silencio hasta la orilla del barranco Meneses, en el Haza Colorá, o hasta la orilla del río, en la Vega Blanca. Allí, ya amanecido, pero antes de que saliera el sol, participábamos en el ‘Ritual del Mimbre’, una ceremonia ancestral heredada de la naturaleza, tan antigua como las religiones, tan primitiva como las auroras de la presencia humana; sagrada para unos y pagana para otros.

Era menester que en el solemne acto, hubiera una María, que debía ser yo, como maestra de ceremonia, y que hacía las funciones de la madre del Señor, y otra María y un Juan que hacían las labores de pasar al enfermo de un lado al otro de la vara del mimbre. Una vela encendida en mi lado, representaba la fuerza de la luz del sol que vencería las tinieblas.

Siempre debía de ser yo la que escogía una rama del arbusto, hermosa y crecida, y con una navaja le abría un hueco alargado; yo a un lado de la rama y la otra María al otro lado junto al Juan, pasábamos al bebé nueve veces, rezando unos conjuros que no te puedo revelar por que no te llamas María. Cuando terminábamos la ceremonia, yo tenía que vendar la vara de mimbre con una cinta blanca, y untarla de barro. Si la planta ligaba y salían nuevos brotes, el niño se curaba, y a mí, siempre me daba el norte de que la mimbre soldaría.

 

Durante años, y en la madrugada de San Juan, cumplí la piadosa misión de pasar a los bebés por el mimbre. Así se fue corriendo la voz de nuestros ardiles para sanar, llegando gente humilde de otros muchos lugares, desesperados ante las quebracías de sus retoños y la escasez de mediospara ser atendidos por un médico. Supe, al tiempo, que todos los niños pasados por la mimbre, habían sanado. Sus familias, agradecidas, venían, portando algún presente como podía ser: un serón lleno de melones, unas medias, un viso, una botella de aguardiente, unas enaguas, tabletas de chocolate... En algunas ocasiones, hasta me echaron dos mañanas de siega en el campo de trigo.”

 

Aquella anciana,atormentada, en su lecho de muerte murmuraba una y otra vez que le había quitado el poder a Dios y que por ello no la dejaba morir. María falleció sin poder trasmitirme el conjuro,arrastrando su secreto a la tumba;discurriendo si habría estado, o no, a merced de un embrujo o maldición. Y que, El Todopoderosohabía castigado sus huesos, soportando grandes dolores y alargando su muerte.

Cuánto de leyenda y de verdad habrá en estos ritos de los viejos tiempos…

 

Hoy, éste y otros misterios vivientes que escapan a toda lógica, son recordados en las noches al fresco, en los corrillos de Sabariego, donde la magia y la superstición, conviven y siguen latiendo en las voces más ancianas de la aldea.

ALCAUDETE EN LA RED