Un guerrero de leyenda.

 

Texto de Manuel Mata Funes


En los ya lejanos tiempos de nuestra infancia, cuando declinaba el día y el sol, perdiéndose poco a poco, haciendo aparecer en su lugar las deformadas y largas sombras del crepúsculo..., sentíamos temor de la noche porque en ella, amparado por la oscuridad y el silencio, salía de su tumba, Martinillo Zancajo, a recorrer su pueblo..., y los pasos lentos y metálicos de sus píes de hierro se podían escuchar en las calles silenciosas, en las plazas y hasta en nuestras propias alcobas. Todos hablaban de él, pero... ¿quién .era?
En la Edad Media, en aquella época en que los hombres guerreaban sin tregua contra los invasores árabes, en que los hombres luchaban por defender su honor y los coloridos blasones de sus escudos..., en aquella época en que el amor se media a punta de lanza y golpe de maza en las ensangrentadas arenas de lides y torneos..., en aquella época de castillos, sangre, acero y polvo, vivía en Alcaudete una estirpe de esforzados caballeros.
Caballeros que por su honor luchaban. Caballeros que por su honor morían. Caballeros que fueron olvidados, porque ellos y el honor, sepultados quedaron para siempre en los campos de batalla.
Muchos fueron sus nombres y muchos sus renombres porque, como decían los romanos, "no tener por hombre señalado al que no tuviese renombre ganado". Martín Alfonso de Córdova y Velasco, segundo señor de Alcaudete, fue aquel "Martín Zancajo" de los sueños infantiles. Hijo de aquel otro famoso Martín "Pies de Hierro", terror de los moros de la vega de Granada.
Don Martín se casó Alcaudete en primeras nupcias con Doña Teresa Méndez de Sotomayor, llamada por muchos, Doña Teresa de Soto y la segunda mujer de Martín Alfonso el II fue Doña María García Carrillo de Córdova, su sobrina, hija del Señor de Aguilar, su primo-hermano Don Alfonso Fernández de Córdova.
Martín salía de la fortaleza a luchar contra sus enemigos; diciendo: "Salgo a morir para que no pierdan su honra mis casas de Alcaudete y Montemayor".
De las largas espuelas de Martín siempre pendían jirones arrancados a las túnicas de sus enemigos; por eso se le llamaba "Martín Zancajo". Su más importantes hechos de armas están ligados al defendimiento de Alcaudete en los ataques que desde los reinos moros se enviaban y acompañando al Infante Don Fernando en sus empresas contra los moros, en la conquista de Antequera y en la toma de Setenil entre otras hazañas.
Salía a gerrear después de celebrar misa. "¡Ya está formado su ejército! Don Martín", al frente de sus tropas con su armadura negra o su cota de mallas, sobre la que lucía como sobrevesta el hábito blanco de Santiago. En la mano derecha su mandoble o el estandarte personal con una cruz bordada en oro y un letrero diciendo: "VOS, SEÑOR VENCISTEIS EN ELLA, Y YO VENCERÉ A LOS ENEMIGOS DE VUESTRA FE POR ELLA", frase que quedó sintetizada en la hoy orla de nuestro escudo.

 

Trompetas y tambores...,
sonar de armas...,
piafar de caballos...,
mujeres que lloran...,
chiquillos que gritan:
¡ya se marchan los soldados!
Desde el bosque de encinas de Periponce
se ve el camino de Granada.
Se ven las tropas del conde.
Se ve el brillar de las espadas,
el tremolar de estandartes...,
se ve polvo...,
se ve nada...

 Fuentes: El portal de los Amigos de Alcaudete.

ALCAUDETE EN LA RED