LEYENDA DE LA CRUZ DEL HUMILLADERO

 

En la carretera local Alcaudete-Las Casillas, conocida en Alcaudete como "carretera de la Fuensanta" por conducir paralelamente al precioso y arbolado camino de la Fuensanta, al Santuario en que se venera la preciosa imagen de la Santísima Virgen Maria bajo la advocación de Nuestra Señora de la Fuensanta, a la margen Norte de dicha carretera se halla una cruz de piedra de gran tamaño, llamada del Humilladero, cuyo pedestal es otra piedra toscamente labrada en forma de corazón. 

Acerca de su establecimiento y los motivos dice la leyenda: 

"En el año 1.408, el rey de Granada Muhamat VI, conocido por Aben-Balba, resentido en su amor propio por el fracaso en el cerco de Jaén, y queriendo resarcirse de la pérdida de Zahara y otros castillos que le habían ganado los cristianos, determinó conquistar alguna plaza fronteriza y al efecto, puso cerco a la Villa de Alcaudete con un ejército formado por 7.000 caballos y 12.000 peones, además de formidables máquinas de guerra y bombardas. 

El rey Muhamat sentó sus reales en un llano que hoy se conoce como "Ruedo Alto". (Asegura la misma tradición que la tienda del rey ocupaba el mismo sitio que hoy la conocida "Cruz del Humilladero". 

Exigió Muhamat la rendición de la plaza: pero el entonces Señor de la Villa, Martín Alonso de Montemayor, se negó a ello. 

Entonces Muhamat mandó atacar. Arrimaron los moros sus escalas a las murallas aprestándose a su defensa el señor de Alcaudete, su propio hermano, el Comendador de Martos y numerosos caballeros con sus gentes de tierras de Jaén y Córdoba. 

El ejército sarraceno se dispuso en tres formaciones y dio tres asaltos consecutivos el día 18 de Febrero de 1.408, desde el alba: hasta desaparecer el sol. Pero otras tantas veces fueron rechazados por los valientes defensores. 

Se cuenta que durante la noche , los centinelas de las almenas y los adarves, percibían los lastimeros ayes de los muchos moribundos de la batalla. 

Apenas rayó al día siguiente la indecisa y suave claridad del crepúsculo matutino, los sarracenos volvieron a la porfía de apoderarse de la fortaleza y por cuarta vez fueron rechazados por los valientes cristianos. 

Viendo el rey Muhamat que sus esfuerzos eran inútiles, y que se sacrificaban inútiles valientes guerreros, mandó abrir una mina en dirección al centro de la fortaleza. Pero, aunque trabajaban en ella con cautela, fueron descubiertos por los sitiados y para anular esta estrategia, los alcaudetenses minaron en dirección contraria otra con tal acierto que fueron a encontrarse con el enemigo. En ella, a oscuras, en tal estrecho lugar trabaron una lucha cuyo resultado fue tantos muertos que se llegó a taponar la mina. Los moros habían sido rechazados una vez más por los cristianos de Alcaudete. 

Dos días más continuaron los sarracenos en su porfía, aunque ya más flojamente. Al cabo mostraron su impotencia arrancando y pegando fuego a las villas y arboledas de los alrededores. Así quisieron vengar la muerte de sus muchos caballeros y caudillos que habían sucumbido ante los inexpugnables muros de Alcaudete. 

Por último, Muhamat, abatido y humillado, ordenó levantar el cerco y se encaminó triste y despechado a Granada.

Más al pasar por Alcalá la Real sufrió un nuevo revés, porque algunos señores que allí estaban salieron a las órdenes de D. Allonso Fernández de Aguilar, y dieron mucho quehacer a los moros. 

Los de Alcaudete, que supieron que el rey de Granada se había metido en su tienda malhumorado y triste y en ella había permanecido en silencio hasta su retirada, llamaron a aquel terreno del "Humilladero"; y más adelante colocaron en dicho sitio el Sagrado signo de la Redención a la que desde entonces se le llama "Cruz del Humilladero"

 

 

Tradición épica    Miguel y Adolfo Eroles Ruiz

I

Lector: la culpa no es mía.

Yo, la tradición siguiendo

De esta verídica historia,

Cambio la escena y lo siento,

Teniendo forzosamente

que retroceder seis tiempos

para llevarte a Granada,

do el año mil cuatrocientos,

imperio era de los moros,

bello harén del sarraceno,

de los árabes imperio,

y del cristiano…el infierno.

¡Granada!. La fértil vega,

Sublime girón de cielo,

Que bordaron con las perlas

De sus cantares soberbios:

Lucano, Grilo, Zorrilla,

Galán, Saavedra, Escudero….

Digo pues, que era un rey moro

tan sanguinario y abyecto,

que puso en tela de juicio,

más de una vez sus talentos,

persiguiendo a los cristianos,

que llenos de su amor bélico,

luchaban como leones

por reconquistar su suelo.

Era este rey Aben-Balba,

Llamado Mohamed el Sexto

A quien otorgó Natura,

por paradójico intento,

una inteligencia grande

y un corazón pequeño.

 

II

 

Entre las muchas andanzas

que este califa soberbio

mantuvo con los cristianos,

mereció nota de aprecio

una que pasó a la Historia

con caracteres de fuego.

Y fue, según se traduce

de unos pergaminos viejos,

el asalto y la derrota

que en Alcaudete sufrieron.

Lector, cual me lo contaron,

fiel narrador, te lo cuento.

Era una hermosa mañana,

el ambiente olía a incienso,

los pajarillos canoros

rompían el azul de un cielo

remarcado de oro y grana,

con sus trajes domingueros

mozas y mozos garridos

correteaban el pueblo

brindando su sangre ardiente

entre canciones de besos

lo más bello de sus almas,

lo mejor de su embeleso…

de pronto rasga el espacio

un grito agudo, siniestro,

a somaten las campanas

tocaron al momento,

y corrió de boca en boca

como candente reguero

una voz: ¡los mahometanos

quieren asaltar el pueblo!.

Los hombres toman las armas;

con los pechos descubiertos,

las sayas hechas girones

los ímpetus soberbios

para la lucha se aprestan,

como leones sedientos.

Era Alfonso de Aguilar

el Corregidor del pueblo,

y, haciendo de su honor gala

y de sus valores mérito,

en medio de sus paisanos

habloles de este concierto:

“Nobles hijos de la Hispánica;

los enemigos, el pueblo

atacar quieren al punto;

grande es su poder numérico;

nosotros somos muy pocos,

quizás seremos deshechos.

Aben-Balba ya su tienda

ha colocado en ele Ruedo

y sus huestes formidables

con furia cercan el pueblo.

Por quienes somos os digo,

hidalgos alcaudeteños,

que si pudo don Pelayo

vencer con número menos,

también podemos nosotros,

con fe y con amor sincero,

hacer que los mahometanos

besen asaz nuestro suelo;

¿o queréis que a tal razones

entregue la plaza?, pueblo,

tú mandas; ordena, y di

que ante tanto denuedo

se aprestaron a la lucha,

que fue cruel, cuerpo a cuerpo.

y cuando llegó la noche,

diez y ocho de Febrero,

del año octavo de gracia

unido al mil cuatrocientos,

el enemigo alejaré

herido, roto, maltrecho,

en vista de su impotencia,

para minar luego el suelo.

Mas aquel plan miserable

al punto fue descubierto,

y en el mismo subterráneo,

afirman que perecieron

más de diete mil moriscos

ganando victoria el pueblo.

Entre tanto las mujeres

oraban dentro del templo,

y cuentan que las plegarias

llegaron todas al cielo;

que Dios bendijo al cristiano,

humillando al sarraceno;

que Mahomet levantó el sitio,

sus huestes todas huyeron;

repicaron las campanas

hubo lágrimas y besos,

y fiestas para la Virgen

y flores para los muertos.

 

III

 

Peregrino, si algún día

Te lleva el destino ciego

ante una cruz que labraron

los nobles alcaudeteños

sobre el lugar que su tienda

colocó Mohamet el Sexto,

y que tiene como base

un corazón tan roqueño

como la voluntad férrea

de los hijos de este pueblo;

detente, pues, caminante,

ora con recogimiento

y cuando las tibias noches,

las blancas luces de espejo

de una hermosa luna llena

bañen divinas el Ruedo,

verás rasgarse el espacio

por la vibración de un eco,

metafísico y lejano,

como si allende lo eterno

para confundirlo el viento…..

Esta voz es la de un moro

que cual Bohadil el Pequeño

viene a llorar sus quebrantos,

su cobardía de guerrero

y a pedir misericordia….

al pie del Humilladero. 

 

Fuente: Alcaudete Leyendas, Cancionero y Aspectos Literarios. Antonio Rivas.

 

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