El monasterio constituía una comunidad endogámica. Los promotores del mismo habían fundado otro convento franciscano (este de varones) para el servicio religioso de las componentes del mismo. Independientemente de ello, sus actividades espirituales se completaban con las lecturas, cantos, rezos, penitencias y pláticas internas.

 

Dentro de las inquietudes religiosas de sus monjas, como es natural, ocupaba un primer plano el deseo de tener una santa muerte, por lo que era muy importante para ellas que este hecho no las cogiese desprevenidas. Por ello permanecían siempre alerta, valorando las menores señales que les permitiese conocer anticipadamente su próximo fin, y de esa manera prepararse para la unión con su Creador.

 

Por ello no es extraño que a toda costa buscasen, y bajo esa tensión encontrasen, numerosas indicaciones en ese sentido, algunas de las cuales llegaron a ser consideradas reales, pasando a formar parte de las leyendas relacionadas con este convento, que la tradición ha traído hasta nosotros. Veamos algunas de ellas:

 

LA CAMPANILLA

 

Una de las señales premonitorias, más veces repetida, ha sido la del triste y ronco sonido de una especie de campanilla de barro. Durante muchos siglos, las monjas del convento consideraron que con ella el Señor, en su divina misericordia, les avisaba de la próxima muerte de una de las religiosas de este recinto sagrado.

 

La percepción de esta señal comenzó a mediados del siglo XVI, siendo abadesa la nieta del fundador del monasterio, hija del I Conde de Alcaudete, Sor Leonor Pacheco Iba cierto día por los pasillos de Santa Clara, cuando oyó, junto a sí, el sonido de una campanilla de barro, lo cual le atemorizó, pues allí no había campana alguna, ni quien la tocase. No sabía la razón de ello, cuando a los dos días murió una de las religiosas, lo que la puso sobre aviso. Esta circunstancia se repitió varias ocasiones, con idéntico resultado, por lo que ya no tuvo duda de la relación entre ambos hechos: el sonido de la campanilla, y la muerte de una monja.

 

Otras muchas religiosas oyeron este aviso, seguido de las mismas consecuencias. Un confesor franciscano, que no lo creía, estando en un confesionario de Santa Clara, oyó el referido sonido. Se lo contó a los otros monjes del convento de San Francisco, y a los cuatro días murió.

 

Ante tal cúmulo de hechos la superioridad eclesiástica ordenó hacer uyna investigación, con el fin de determinar el carácter sobrenatural de ellos. Cincuenta y seis personas, entre clérigos y seglares, testificaron jurando que habían oído los referidos sonidos. Particular importancia tuvo la declaración de la abadesa, Sor Catalina de Córdova. Esta testificó que durante una noche que paseaba, acompañada por otra monja, en el claustro del monasterio, oyó más de veinte veces el citado sonido. Con gran temor, la acompañante le preguntó:

 

  • Mi Señora ¿es esta la campanilla que dices se oye en esta casa en muchas ocasiones, principalmente cuando se ha de morir alguna religiosa?.
  • Así es, Sor Leonor. Contestó la madre superiora.

 

Sor Catalina, como prelada, dio una charla espiritual a todas sus monjas al día siguiente en el refectorio sobre este acontecimiento:

 

  • Como hemos visto por experiencia, cuando se oye esta campanilla en casa, sucede luego morirse alguna religiosa. Bien podemos apercibirnos todas que ya Dios nos ha avisado, porque esta noche pasada, sor Leonor y yo lahemos muchas veces oído por muy largo espacio. Señal es que el Señor nos avisa a muchas.

Todas la oyeron con gran veneración por tenerla por gran sierva de Dios, y saber que en otras ocasiones que se había oído la campana, sucedieron graves enfermedades y muertes. Así ocurrió aquella vez. La enfermería del convento, que estaba vacía desde hacía días, se vio llena de enfermas de erisipela, muriendo en tres semanas seis monjas de la comunidad.

 

Algunos de los testigos llamados a declarar afirmaron que en otras ocasiones oyeron la campanilla; pero con otro sonido muy diferente: más claro y vibrante. Y ello ocurría siempre antes de que sucediera una gran dsgracia, o discordia notable. De esta manera, decían ellos, Dios, nuestro Señor, les quería prevenir contra el demonio que trataba de perjudicarlos.

 

Desde entonces esta creencia, ya en forma de leyenbda, se ha venido trasmitiendo entre las religiosas del convento hyasta nuestros días.

 

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