MARTINILLO ZANCAJO
En relación con el personaje histórico al que se le aplica el mote de "Martinillo Zancajo" hay diversidad de opiniones, aunque todos coinciden en el hecho de que era uno de los Señores de la Villa. Hay que tener en cuenta que el nombre de Martín fue una constante en estos nobles No hubo generación alguna de esta familia que no contase con algún miembro que se llamase de esta manera.
Algunos aplican este sobrenombre al I Conde de Alcaudete, D. Martín de Córdova, terror de los moros del Norte de África, hijo del fundador del convento de Santa Clara, en donde entraron varias de sus hijas como monjas, y protector del mismo en lo material. Otros, entre los que me encuentro yo, se lo aplicamos a D. Martín Fernández de Córdova, II Señor de Alcaudete, guerrero muy famoso en su época, comienzos del siglo XV, por la defensa que de nuestro pueblo hizo en 1.408, según consta en la Historia de Alcaudete escrita por mí.
De él dice la crónica de Juan II que "...era caballero muy bueno, y mucho esforzado, a quien llaman los moros Martín "Zancajo". El Abad de Rute, en su "Historia de la Casa de Córdova", refiere que este mote se lo pusieron porque usaba en las batallas, cuando iba montado a caballo,"... una espuelas de asta, más largas y agudas que las ordinarias, y con ellas, cuando andaba envuelto con los enemigos durante la pelea, sacando el pie del estribo, les hería malamente, sacudiéndoles a la par con los pies y con las manos".
Causaba tanto espanto a los moros, entre los que era muy famoso, que sólo con oír su nombre temblaban de miedo. Su pequeña figura se veía engrandecida sobremanera por su ardoroso coraje, y su extraordinaria grandeza de espíritu.
Por todo esto no tiene nada de extraño que su memoria haya permanecido entre los alcaudetenses como símbolo de seguridad y valor, y especialmente como protector del pueblo. Estos aspectos benéficos se unen a un cierto temor, basado seguramente en la truculencia de su carácter, y en lo esperpéntico de su figura.
Su recuerdo se ha conservado siglo tras siglo, de padres a hijos, perdurando aún hoy en día en que algunas ancianas asustan a sus pequeños nietos para que vuelvan pronto a sus casas, o para que se duerman rápidamente, con el dicho de "que viene Martinillo Zancajo". El miedo se ha potenciado por la creencia en unas presuntas y continuadas apariciones de este personaje de las que después hablaremos.
Cuenta la leyenda que enterrado, como costumbre era, con el atuendo de guerrero (armadura, espuelas, yelmo, etc.) su espíritu se constituyó en defensor y protector de Alcaudete, en especial del convento de Santa Clara que fundaran sus descendientes, y de sus monjas moradoras, tanto en el aspecto material, como en el espiritual. Esta protección la ha venido dispensando ininterrumpidamente hasta nuestros días.
Las religiosas del convento de franciscanas terciarias alcaudetenses, fieles guardadoras de esta tradición, creen aún en la sombra benéfica de D. Martín. Así se da como verídico que cuando una monja de Santa Clara se encuentra en los últimos momentos de su vida, sin posibilidad alguna de recuperación, se le aparece "Martinillo Zancajo". En esta decisiva visita le comunica lo inminente de su muerte, confortándolas y dándole ánimo para que supere cristianamente tan trascendental situación. De esta manera contribuye a que las agonizantes religiosas se preparen del modo más conveniente para alcanzar el premio eterno en una vida consagrada a la oración por los demás, y en el servicio a Dios.
Así mismo se cuenta que durante las noches más oscuras del crudo invierno, cuando el pueblo sólo se ve iluminado por la cegadora luz de los relámpagos, y los únicos sonidos que en él se oyen son los del retumbar de los truenos y el zumbido del viento producido por la furiosa tormenta, D. Martín se pasea por la antiguas y angostas calles de Alcaudete, especialmente por las del barrio de Santa Clara. Lo han visto introducirse en la iglesia del monasterio a través de su cerrada puerta, y deslizarse dentro de las tumbas de su familia. Los poquísimos vecinos que en el transcurso de los siglos han presenciado estas apariciones, aseguran que en sus nocturnas rondas D.l Martín va vestido con su traje de guerra. Sus pasos producen ecos metálicos, y de su armadura se desprende radiante luminosidad. Los que esto vieron, llenos de espanto, quedaron atónitos y maravillados ante tal aparición, no dando crédito a sus sentidos, y no atreviéndose a contarlo a nadie.
"También hay quien dice que en los momentos más cruciales para Alcaudete se le ha visto a la entrada del pueblo, en situación de vigilancia y custodia. Su silueta recortada por la luz de la luna, ha sido percibida en lo alto del cerrillo Periponce, del Calvario, de la Pedrera, de la Sierra Orbe, y en lato pico de la sierra Ahíllos".
Existe una confusión sobre este personaje, ya que, aunque el mote de "Martinillo Zancajo" corresponda al referido personaje, lo lógico es que la protección al convento, y a sus monjas, fuera ejercido y atribuido al ya citado I Conde de Alcaudete, y mejor aún al hijo de este, D. Martín, marqués de Cortes, (hermano de la abadesa) que vivió varios años dentro del Convento, donde murió en 11.602. Durante ese tiempo favoreció al convento e hizo construir la capilla de su nombre, donde fue sepultado.
El primero que escribió sobre esta leyenda fue D. Manuel Mata Burgos, del que he extraído parte de este trabajo.
Fuentes: Alcaudete Leyendas, Cancionero y Aspectos Literarios
Antonino Rivas Morales
Loli Molina