Hoy os dejo con unos versos del poeta Alcaudetense "Miguel Burgos Manella", dedicados a la calle donde nació, escritos desde el exilio y sacados del libro Esperanza por volver, de Paco Molina.

 

 

 

Con colores de una estampa

tengo una calle en mi pueblo

la calle donde nací

con nidos bajo el alero

 

La calle estaba empedrada

con piedras de los pedreros,

piedras vivas y pulidas

relucientes como espejos

 

Las fachadas encaladas

cubrían paredes de yeso,

y las casas eran blancas

como lo cuentan los cuentos

 

Las amas barrían la calle

en sus puertas y linderos

y urbanamente cumplían

con las leyes del aseo

 

Por las mañanas fresquitas

con Sol suave y tempranero, 

leche de espuma en la ola daba

una vaca de ordeño

 

El pregón de la alegría

daban chicos mañaneros:

"molletes calentitos",

de pan calentito y tierno.

 

Molletes del desayuno

antes de ver al maestro,

empapados con aceite

de una alcuza del abuelo.

 

Después de llovizna verde,

línea curva de los cepos,

y una migaja de pan

floreciendo en el estiércol.

 

¡Pobrecito gorrión!

prisionero por el cuello,

y el refrán "ya está lloviendo

y los pájaros cayendo"...

 

El nido bajo las tejas

era el amor del sarmiento

y en mis manos yo cogía

las suaves plumas de un lecho.

 

En la Cuesta de la Villa,

un transversal callejero,

las pedreas de los muchachos:

chichones "pa" los pañuelos.

 

Ambo, alto, materile era,

damitas y caballeros

jugando a los matrimonios

como pichones en celo.

 

Buscaba en la Cruz de Mayo

los capachos aceiteros,

y yo saltaba en la noche

por encima de los fuegos.

 

¡Qué chispa yo me sentía!

era llama del momento,

y aplaudían los mayores

la valentía de mi gesto.

 

A comienzos de diciembre,

siempre ensayando el primero,

ya cantaba Zacarías

villancicos y pandero.

 

Almireces y zambombas

en los días navideños,

gachas en las cerraduras

tapaban los agujeros.

 

En época de matanza, 

la vejiga de los cerdos

restregada en las paredes

para ensanchar su pellejo.

 

¡El fin del mundo ha llegado!

gritaban viejas y viejos,

y era la "estrella del rabo",

un cometa por el cielo.

 

Yo se que en aquellos días

hasta ricos avarientos

daban de comer al pobre

por la llave de San Pedro.

 

En mi calle no existían

ni tabernas ni comercios

y no pasaban los autos

ni guindillas ni los "serios".

 

Mi calle era tranquila

parecía un apartadero

sólo pasaban vecinos

y "Picatoste", el cartero.

 

También pasaban los burros

con ramas de olivo fresco,

y las cabras asustadas

por los ladridos del perro.

 

A la vieja Isabelica,

estando su esposo enfermo,

yo la llevaba en la noche

rico caldo en un puchero.

 

A las puertas de mi casa

llegaban pobres y ciegos

y ninguno se marchaba

sin su ayuda y su consuelo.

 

Cuando la uva pintaba

en los parrales ajenos,

yo robaba mi racimo

que era mi mejor refresco.

 

Pero mi calle tenía

en un jardín de su cerro,

muchos sueños infantiles

con un molino de viento.

 

"Nitos", bolas y cartones,

las golondrinas del verso,

los juegos de los muchachos,

nunca hubo mejor tiempo.

 

"La lechona", "San Antón"

"Churreta", Don Filiberto,

Bienvenida, Miguel Moya,

yo lo tengo, no se fueron.

 

Pero un día de la virgen

siempre vive en mi recuerdo,

mi padre subió a una estrella,

doblan campanas a muerto.

 

En la calle de Los Hoyos,

la calle que yo más siento,

de los vientos de la vida

mi corazón en el viento.

 

 

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