Con colores de una estampa
tengo una calle en mi pueblo
la calle donde nací
con nidos bajo el alero
La calle estaba empedrada
con piedras de los pedreros,
piedras vivas y pulidas
relucientes como espejos
Las fachadas encaladas
cubrían paredes de yeso,
y las casas eran blancas
como lo cuentan los cuentos
Las amas barrían la calle
en sus puertas y linderos
y urbanamente cumplían
con las leyes del aseo
Por las mañanas fresquitas
con Sol suave y tempranero,
leche de espuma en la ola daba
una vaca de ordeño
El pregón de la alegría
daban chicos mañaneros:
"molletes calentitos",
de pan calentito y tierno.
Molletes del desayuno
antes de ver al maestro,
empapados con aceite
de una alcuza del abuelo.
Después de llovizna verde,
línea curva de los cepos,
y una migaja de pan
floreciendo en el estiércol.
¡Pobrecito gorrión!
prisionero por el cuello,
y el refrán "ya está lloviendo
y los pájaros cayendo"...
El nido bajo las tejas
era el amor del sarmiento
y en mis manos yo cogía
las suaves plumas de un lecho.
En la Cuesta de la Villa,
un transversal callejero,
las pedreas de los muchachos:
chichones "pa" los pañuelos.
Ambo, alto, materile era,
damitas y caballeros
jugando a los matrimonios
como pichones en celo.
Buscaba en la Cruz de Mayo
los capachos aceiteros,
y yo saltaba en la noche
por encima de los fuegos.
¡Qué chispa yo me sentía!
era llama del momento,
y aplaudían los mayores
la valentía de mi gesto.
A comienzos de diciembre,
siempre ensayando el primero,
ya cantaba Zacarías
villancicos y pandero.
Almireces y zambombas
en los días navideños,
gachas en las cerraduras
tapaban los agujeros.
En época de matanza,
la vejiga de los cerdos
restregada en las paredes
para ensanchar su pellejo.
¡El fin del mundo ha llegado!
gritaban viejas y viejos,
y era la "estrella del rabo",
un cometa por el cielo.
Yo se que en aquellos días
hasta ricos avarientos
daban de comer al pobre
por la llave de San Pedro.
En mi calle no existían
ni tabernas ni comercios
y no pasaban los autos
ni guindillas ni los "serios".
Mi calle era tranquila
parecía un apartadero
sólo pasaban vecinos
y "Picatoste", el cartero.
También pasaban los burros
con ramas de olivo fresco,
y las cabras asustadas
por los ladridos del perro.
A la vieja Isabelica,
estando su esposo enfermo,
yo la llevaba en la noche
rico caldo en un puchero.
A las puertas de mi casa
llegaban pobres y ciegos
y ninguno se marchaba
sin su ayuda y su consuelo.
Cuando la uva pintaba
en los parrales ajenos,
yo robaba mi racimo
que era mi mejor refresco.
Pero mi calle tenía
en un jardín de su cerro,
muchos sueños infantiles
con un molino de viento.
"Nitos", bolas y cartones,
las golondrinas del verso,
los juegos de los muchachos,
nunca hubo mejor tiempo.
"La lechona", "San Antón"
"Churreta", Don Filiberto,
Bienvenida, Miguel Moya,
yo lo tengo, no se fueron.
Pero un día de la virgen
siempre vive en mi recuerdo,
mi padre subió a una estrella,
doblan campanas a muerto.
En la calle de Los Hoyos,
la calle que yo más siento,
de los vientos de la vida
mi corazón en el viento.