Miguel Burgos Manella nace en Alcaudete, en la Calle los Hoyos número 17, el 19 de noviembre de 1903. Hijo del ingeniero civil Filiberto Burgos Molina y de Elena Manella Martell, una ubetense que
escribía en periódicos y revistas.
Como cualquier niño más alcaudentese, estudia sus primeros años en la escuela de Don Diego Lagunas, que por entonces estaba situada en el “Jesús”, junto al convento de clausura, también conocido
como del Jesús. Hoy sus históricas paredes, aun siguen en pie, a pesar de la desafortunada dejadez a las adversidades del tiempo, de sus dueños.
Después, cursa estudios, de bachillerato en el Instituto General y Técnico de Jaén, de pedagogía en la Escuela Normal de Maestros de Córdoba del Distrito Universitario de Sevilla y en la Escuela
Normal de Maestros de Granada. De filosofía y letras en la Universidad de Granada, así como de derecho en las Universidades de Granada, Murcia y Central de Madrid donde recibe el título de
Abogado a manos de Alfonso XIII allá por el año 1930.
En su etapa estudiantil por la Universidad madrileña, inició estudios de medicina durante un año, pero los dejó, porque, según cuenta él a sus hijos en sus últimos años de vida, se dio cuenta a tiempo de que no le gustaba la medicina, no aguantaba el olor que desprendían los hospitales, no soportaba el cortar tripas y llenarse de sangre, y porque realmente lo que a él le gustaba era la justicia que podría impartirse con el Derecho. Él amaba la Ley y por ello eligió ser y fue abogado.
Durante esta época, Miguel conoció a Federico García Lorca. Contaba Miguel a sus hijos que una vez, estando los estudiantes protestando contra el rey Alfonso XIII, García Lorca llegó y le dijo
“Chaval vete de aquí, que la cosa se va a poner color de hormiga, y lo que está por venir no es cuestión de críos”, entonces él se fue a las habitaciones de la Universidad a esperar noticias,
dado que él era muy pequeño y los grandes no le permitían introducirse en sus asuntos. Miguel tenía por entonces entre 15 y 17 años de edad. Más tarde, conoció a Antonio Machado, e hizo muy
buenas “migas” con Manuel Azaña, del que siempre dijo que la historia no lo había tratado como debía.
Trabajo algunos meses de abogado en su pueblo, también en su Ayuntamiento y mas tarde y durante varios años, asesoró al Congreso de la época en materia Laboral y en materia Agraria. Trabajó como
abogado durante varios años en Madrid para el Instituto de la Reforma Agraria y fue activo en la redacción de la misma, trabajo que tiene que abandonar en mayo del 1933 por ser incompatible con
su cargo de Delegado de Trabajo en el Ministerio de Trabajo, cargos que obtuvo por concurso oposición. Posteriormente es Delegado del Consejo Superior de Protección de Menores en Cataluña.
Durante la Guerra Civil, siempre está al lado del Gobierno legítimo de la República, y al finalizar esta tiene, que exiliarse a Francia, pasando unos durísimos años, donde la falta de salud y la
miseria le son grandes compañeros. Aun así, es en esta época cuando realiza sus mejores obras literarias encabezadas por “Un pueblo de España”, donde muestra su gran amor, y buen conocimiento por
la tierra que le vio nacer.
Tras su duro exilio francés, Miguel Burgos Manella se traslada a Venezuela, donde rehace su vida, siempre con la “Esperanza de volver”, lo que por desgracia no consigue.
Autor de innumerables poesías, en su mayoría inéditas y de las que esperamos vean la luz en un tiempo no muy lejano, ya que escribía una o dos poesías al día. Fue autor de una novelita, titulada
“El Cacique” publicada por la imprenta Morales-Jaén en 1931.
Colaborador del semanario “El Pueblo Andaluz” Alcaudete-Jaén, a principios del S. XX.
Autor de “Cien Poesías de un Refugiado Español” en su exilio francés. Villefranche de Rouergues en 1946, así como de una comedia teatral titulada “El refugiado”. Miguel indica que posiblemente se
la robaran en su exilio francés.
Colaboró, en la comedia teatral “Nido de brujas” de Rodolfo Viñas Arcos, estrenada en el teatro Romea de Barcelona, así como con numerosos periódicos de Madrid y Barcelona.
Ya en su exilio venezolano, Miguel Burgos Manella ejerció de profesor del Liceo “Simón Bolivar”, situado en el Paraíso-Caracas, del Liceo “Risquez” en la Asunción del Estado Nueva Esparta, así
como de subdirector del Liceo “Félix Román Duque” en Tovar estado de Mérida y Director del Liceo “Trinidad Figueira” de Caracas..
Autor de una comedia en verso “Venezuela está en la Escuela” estrenada en el Colegio Nacional Simón Bolivar de Caracas. Fundo las revistas “Albores” y “Liceum” en Tovar-Mérida así como fue
colaborador de numerosas revistas y periódicos de Venezuela, y de Televisora Nacional y Radiodifusora Venezolana.
Burgos Manella es autor de un “Resumen de Historia Universal” editado por el Liceo Felix Román Duque, así como de una “Historia y Antología de la Literatura Española” adaptada al programa oficial
de Secundaria de Venezuela y editada por “Cultural Venezolana” en el año 1952.
En 1970 publica los libros de poesía “Mosaico” y “Eras tú”.
Amante de su tierra, donde los haya, llevaba en su corazón su tierra, su pueblo sus calles, hasta sus últimos momentos.
En uno de sus libros, contaba que en “este folleto que está viendo, puedes recorrer las calles de mi pueblo, desde comienzos del siglo hasta la ingenua República del Viento”.
Desde su lejanía, Miguel Burgos Manella, siempre se sintió como un juglar de las calles de su pueblo. En su libro “Las Calles de mi pueblo”, decía que “En los cuadraditos de colores de mi cartel
popular se relatan algunos sucesos: reyes, monjas, duendes y fantasmas, y algún crimen horroroso de los que erizan los pelos”. “En las calles de mi pueblo ocurrieron hechos heroicos en otros
tiempos. Mis abuelos, los Burgos, los Molina, los Granados y los Mantas, allí lucharon y vencieron a los soldados franceses que humillaron nuestro suelo”.
Amó tanto a su pueblo que escribió “con sus angustias en el exilio de la libre Francia”, como él decía, y en aquellos años cuarenta, las obras “Un Pueblo de España: Alcaudete” y “Sierra
Ahillos”.
Cuanto respeto tenía con su tierra, con sus costumbres, con sus olivos. Y ello lo demuestra cuando dice en su libro “El Olivo” “Para poder imprimir estos versos, lo hago yo sólo, utilizando
personalmente el multígrafo, aunque estoy ya medio ciego. No confío en ninguna mecanógrafa, estas no comieron migas, ni gazpacho, ni salmorejo, no tienen para el olivo, el alma que yo tengo. A mi
me late, enfervorizado, el pulso en la letra. Y así es como yo quiero que me hagan los trabajos, cuando se trata de mi tierra.”
Obras como “Día de la Madre”, “Mi copla en el Aire”, “Jaén-España”, “Nochebuena” albergan cientos de poesías que expresan su amargura por la distancia, así como ese ansía y gran deseo basado en
la “Esperanza por Volver”.